La Cochinilla de Canarias


Es el producto en bruto de origen animal obtenido en Canarias resultante de la desecación natural de las hembras adultas del insecto hemíptero de la familia de los cóccidos Dactylopius coccus (conocido tradicionalmente como cochinilla), que, una vez recolectado de las palas de la tunera (Opuntia ficus indica spp), es utilizado para la extracción del colorante natural acido carmínico.

La textura del producto es de apariencia granulosa y seca al tacto.  El color varía dentro de la gama de gris oscuro al negro, con tonalidades rojizas y blanquecinas por los restos de la cera algodonosa que protege al gránulo.

El cultivo de la cochinilla en Canarias se introduce en el primer tercio del siglo XIX en que tras producirse una de las crisis cíclicas de la agricultura, se plantea la sustitución de los cultivos del azúcar y la vid. Ello coincide con el auge de la industria textil en Europa que demanda todo tipo de sustancias tintóreas y entre ellas, en un lugar destacado, el carmín.

Fue entonces cuando la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife, el canónico de La Laguna D. José Quintana Estévez y D. Santiago de la Cruz hicieron posible que el cultivo de la cochinilla se introdujera en esta isla y posteriormente se propagara a las principales localidades del Archipiélago Canario. Desde el primer momento y debido al clima propicio de las islas, el cultivo se extendió rápidamente.

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Comienzos de la producción en Canarias


Los mejores años de producción fueron desde 1845 a 1866. El año de mayor producción se alcanzaría en 1869. En esos momentos de esplendor el precio de la cochinilla alcanzó la cantidad de 5 chelines, una libra, es decir, alrededor de 12 pesetas el kilo. Las islas encontraron en Inglaterra su mejor cliente, como antaño con los vinos, incluso se llegaría a establecer un mercado exclusivo con ella. Pero pronto Francia, junto con Gran Bretaña, sería otro gran cliente. La renta por cada hombre, mujer y niño canario era de £3, 5 chelines. La mayoría de los comerciantes estaban demasiados contentos con comprar la cochinilla y emplearon su capital o crédito para almacenarla. La cochinilla se convirtió en el patrón oro. Una bolsa de cochinilla pasó a ser aceptada como el mismo dinero y era tomado con toda normalidad, y hasta muy bien recibido como trueque, incluso, en las mismas tiendas.

“El año 1846, un movimiento general, como si fuera un golpe eléctrico, ha puesto en acción a todos los propietarios y labradores, que hasta ahora habían permanecido como pacíficos espectadores, que ya no queda rincón alguno en las islas en donde no se ensaye el cultivo de la grana”. Escribía Manuel de Ossuna Saviñón en su ensayo “Anotaciones sobre el cultivo del nopal y la cría de la cochinilla en las Canarias” publicado en 1846.

Pero no tardó en darse la sustitución del tinte natural de la cochinilla por los sintéticos, la anilina y la fucsina. El descubrimiento de estos nuevos tintes, hizo que el bienestar originado por la explotación de la cochinilla fuera tan efímero que no hubo tiempo de reacción.